EL polvo de los huesos

Solo hace un par de horas que me he despertado, me metería en la cama de nuevo. Siempre estoy agotado, supongo que me esfuerzo demasiado en vivir la vida, en levantarme cada mañana, enfundarme los pantalones y pensar Dios, ¿Qué más quieren de mí? ¿Acaso no se dan cuenta que solo soy un saco de huesos? 
   El aburrimiento tampoco me ayuda mucho, hace que la pintura chorree por las paredes hasta formar un charco en el suelo. Podría salir a pasear, mezclarme con el resto de caparazones vacíos que deambulan por las aceras arrastrando los pies; también podría caminar por la playa, pero no entiendo a toda esa gente que dice que les gusta el mar, bueno, lo que realmente no entiendo es que ellos no entiendan que a mí no me guste; no me malinterpretéis, adoro toda la biodiversidad que alberga, pero no comparto esa visión romántica sobre una jodida masa de agua; para mí, observar el mar me produce la misma sensación que mirar un muro de ladrillo. Por eso me dedico a escribir, es lo único que mi organismo tolera sin sufrir convulsiones, lo que permite que cada mañana este saco de huesos se ponga los pantalones y soporte el cansancio, el aburrimiento, la pintura que chorrea.