Comer lo que cagas te hace cagar lo que comes

Me siento frente al televisor,
perder el tiempo tirado en el sofá
es lo mejor que tiene el ser humano.
Como cualquier porquería,
la tele me hace engullir
otra porquería mucho más grande.
Tragar tanta porquería satura
mi puto sistema digestivo,
eso me hace pensar en toda
la cantidad de mierda 
que se acumula en mi interior,
un buen fecaloma reptando 
por mis intestinos,
restregándose contra toda mi mucosa,
descomponiéndose dentro de mí
convirtiéndome
en un saco de mierda,
un saco de mierda de setenta y cinco kilos,
con el pelo canoso
y cierta pasión por los textos budistas antiguos
o el Rock´&´Roll.
Sí, por mucho que intentéis
no pensar en ello
todos sois también un jodido saco de mierda,
un saco bien repleto hasta arriba de excrementos.
Sí, sacos de mierda,
todos somos sacos de mierda,
ese es nuestro sino;
sacos de mierda levantándonos a las cinco de la mañana,
sacos de mierda viajando en metro,
sacos de mierda fichando al entrar al trabajo,
sacos de mierda produciendo,
sacos de mierda manteniendo al jefe que nos explota,
sacos de mierda consumiendo para mantener
al jefe que explota a los demás.
Sí, sacos de mierda,
todos somos verdaderos sacos de mierda;
sacos de mierda llevando a nuestros hijos al colegio,
abarrotando la sala de espera de las oficinas de desempleo,
haciendo ejercicio, comiendo sano, maltratando a nuestras parejas,
masturbándonos, riendo, follando, devorando antidepresivos, emborrachándonos
o escribiendo notas de suicidio que tiraremos a la basura
por no tener cojones para hacerlo.
Sí, no soy más que un saco de mierda.
Ahora voy a cambiar de canal,
a ver que porquería me toca tragarme.