Mudo y pálido despertar

El horror de enfrentarse
a la hoja en blanco;
el terror que provoca la pálida
mirada del papel
y el silencioso morir del bolígrafo.
Hay un libo
a los pies de mi cama,
ese mismo libro
que me hace llorar noche tras noche,
ese al que le arrancaría todas sus páginas
y las devoraría una a una
tan solo para hacerlas desaparecer
porque
ese libro,
junto a la nívea presencia
del papel
y la mudez del bolígrafo
es la letra escarlata
cosida
en la solapa de mi piel,
la marca de mi fracaso
infinito.
¿Dónde está ese hombre
que el ardor de estómago le hacía
regurgitar poemas durante toda la noche?
¿Dónde quedo aquel tipo
que soñaba con escribir novelas incendiarias
que hicieran arder la ciudad entera,
aquel que lo quería todo,
que no se conformaba nunca con nada?
Dejo la libreta
en la mesita de noche,
reposo el bolígrafo sobre ella,
no sin echarle una mirada recriminadora antes;
cojo el libro de los pies de mi cama,
lo abro
por cualquier lugar,
pues las historias de los buenos libros
empiezan en cualquiera de sus páginas
y leo,
leo durante toda la noche,
leo hasta que los ojos se me cierran,
leo hasta que el cansancio, el sueño o el llanto
hacen que me quede dormido
y al despertar
vuelva a preguntarme
qué ha sido de mi vida.