El rastro de mis pasos

Cada vez
es más común
levantarme por la noche
para orinar;
antes dormía
a pierna suelta hasta el amanecer,
pero ahora
me levanto una o dos veces
por noche,
como un ritualpracticado hasta la perfección;
salgo de la cama,
recorro el pasillo descalzo,
sin encender las luces,
escuchando el sonido amortiguado
de las plantas de mis pies contra el suelo;
enciendo la luz del baño
y orino
dirigiendo el chorro
hacia la blanca porcelana
y
después de lavarme las manos
vuelvo a realizar
todos los actos a la inversa
e intento dormir
un par de horas
hasta la siguiente señal
de alerta
de mi vejiga.
Antes aguantaba toda la noche sin mear,
eso sí que era poder,
ser amo y señor
de todas las necesidades de mi cuerpo,
controlarlo
como un dios único y absoluto,
pero hasta la vida me ha quitado eso,
dormir de un tirón,
escribir de un tirón,
amar de un tirón,
follar y correrme de un tirón;
pero ahora
todo son pausas,
la existencia misma
se ha convertido en una
sucesión de pausas;
menos la muerte,
esa cabrona sigue rítmica y constante
el rastro de mis pasos.