Cassady en el caldo de pollo

Pongo la olla al fuego para preparar una sopa. Es un día cualquier, un poco de música suave y la novela de Cassady sobre el sofá —¿Por qué nunca habla nadie de Cassady?—. Hace demasiado frío y mis dedos se resienten al abrir la libreta y sujetar el bolígrafo. ¡Dios! ¿Por qué decidí dedicarme a esto? La muerte está al acecho, no hay tiempo suficiente, nunca lo ha habido... Entonces ¿Por qué esta absurda necesidad me devora las entrañas?
   Conecto el extractor, hay olor a caldo de pollo por todo el salón y parte del resto de la casa; la muerte siempre al acecho, paciente, esperando el momento exacto, leyendo a Cassady; mis dedos agarrotados y la necesidad, siempre esta maldita necesidad.
   El caldo de pollo llega al punto justo de ebullición. Sirvo dos raciones, una para mí, la otra para Cassady; la muerte deberá esperar a la hora de la cena.