Un pack de cervezas, un calvo y el dinero del cambio

El infierno
no es más que perder la tarde
en la cola del supermercado.
Sostengo en las manos mi compra
mientras
me aprendo de memoria
el cogote
del tipo que tengo delante.
Observar la calva
de un tío
más viejo que tú
es como mirara
cara a cara
a la muerte y verte
reflejado en sus ojos.
El tipo lleva un pack
de seis latas de cerveza
que ruedan por el suelo
justo antes de que le toque pagar.
Toda la cola
se detiene
esperando a que las recoja;
se toma su tiempo,
las cuenta de una en una
y luego cuenta los agujeros del plástico
que sujeta el pack.
¡POR DIOS SANTO!
Son solo seis putas latas de cerveza,
no es necesario
ser el jodido Rayman para darse cuenta
de que están todas.
El tío
cuenta la calderilla
que lleva en el bolsillo antes de dársela 
a la cajera,
luego cuenta el cambio
que esta le da
y sale por la puerta automática
con su bolsa de papel bajo del brazo.
La cajera
me saluda sin mirarme
a la cara,
Lleva demasiado maquillaje
y sus largas uñas son un 
verdadero caldo de cultivo;
odio
el momento de tener
que pagar en el supermercado,
poner toda tu compra sobre la cinta
transportadora de la caja
mientras todo el mundo
ve pasar
el papel higiénico,
los botes de aceitunas
o cualquier mierda
que estés comprando
en ese preciso momento
es la forma más ruin
de violar tu intimidad.
¿solo ésto?
me pregunta la cajera,
como el tipo anterior,
solo llevo un pack
de seis cervezas,
con la única diferencia
de qué por ahora 
yo no me estoy quedando calvo
por la coronilla.
Sí.
Le contesto
¿Quiere bolsa?
Me pregunta,
No.
Le contesto de nuevo.
Serán dos con treinta y nueve.
Me dice.
Le doy el dinero
y salgo de ahí sin esperar
el cambio
agradeciéndole al Karma
que no me haga rodar
las latas de cerveza
por todo el suelo.