reseca
de uno de mis dedos,
me llevo el nudillo
a la boca
para intentar humedecerlo,
siento el sabor
de la última mandarina
que comí,
fue después de cenar,
una mandarina redonda
de un color anaranjado oscuro;
tenía la piel
pegada,
la pelé con verdadera ansia,
como si creyera
que comer aquella mandarina
fuera a ser lo mejor del mundo,
y puede que sí lo fuera,
no lo mejor del mundo
pero sí de esa noche;
arrancar la cáscara a una
mandarina
con mis propias manos,
sin miramientos
ni ternuras,
solo instinto natural,
cruel y sexual;
desgajarla
y masticar su carne,
limpiarme su jugo de los labios
con el dorso de la mano
sin apenas darme tiempo
antes de meterme otro
de sus gajos
en el interior de mi boca
y masticar de nuevo
viendo los restos en el plato,
restos de una mandarina pelada
y devorada
por la misma boca que humedece
con su saliva
la piel reseca
de uno de mis nudillos.
de un color anaranjado oscuro;
tenía la piel
pegada,
la pelé con verdadera ansia,
como si creyera
que comer aquella mandarina
fuera a ser lo mejor del mundo,
y puede que sí lo fuera,
no lo mejor del mundo
pero sí de esa noche;
arrancar la cáscara a una
mandarina
con mis propias manos,
sin miramientos
ni ternuras,
solo instinto natural,
cruel y sexual;
desgajarla
y masticar su carne,
limpiarme su jugo de los labios
con el dorso de la mano
sin apenas darme tiempo
antes de meterme otro
de sus gajos
en el interior de mi boca
y masticar de nuevo
viendo los restos en el plato,
restos de una mandarina pelada
y devorada
por la misma boca que humedece
con su saliva
la piel reseca
de uno de mis nudillos.