sí,
ahí tumbado
o sentado faraónicamente
sobre el brazo
del sillón.
Sí, el gato lo sabe,
con la sabiduría
del mismísimo Diablo
en su mirada
y con un infierno
en cada ojo.
Sí, lo sabe,
vigilantes
los dos en esta vigilia,
con distinto concepto
de la vida,
esperando los dos que caiga
el último grano de arena
en el reloj del tiempo mismo.
Sí,
el gato lo sabe,
por eso falleció millares de veces,
para morir sabiendo;
levanta la cabeza,
me mira compasivo,
yo también lo sé,
pero no quiero aceptarlo;
estira las orejas,
en su pabellón auditivo
retumban los pasos
de la que camina en silencio.
Sí, el gato lo sabe,
yo también lo sé,
lo aprendí con el tiempo,
Ojalá no lo hubiera
hecho nunca.