Cacahuetes y el gato

La muerte duerme
entre sábanas de raso.
Hay cáscara de cacahuetes
bajo mis pies
abriéndome heridas
en las plantas de ellos
y el gato,
sí, el gato,
el gato sabe más
de lo que aparenta.
Si dejase de escribir idioteces
sería alguien en este mundillo de hienas.
Pero mi hermano murió,
mi amigo también lo hizo
y mi madre está en ello.
Debería despertar a la muerte
sacudiéndola
con dulzura por el hombro
y decirle:
Cariño, ya es de día
¿Qué te apetece para desayunar?
Y ella se despertaría,
se quejaría por todas
las cáscaras de cacahuetes
tiradas
por el suelo
y el gato seguiría sabiendo
mientras la observaría
preparase para irse a trabajar
y salir
por la puerta de casa;
sí,
el gato sabe más
de lo que cuenta.
Las fotografías
amarillean por el paso
de los años
haciendo que toda la gente
que aparece en ellas
adquieran
ese tono ceniciento
de las personas sin vida.
Desquicio las horas
mientras
espero
lo inevitable,
mientras la muerte duerme
plácidamente
entre sábanas de raso
y
mientras
el gato,
que la curiosidad
no pudo matar,
vive sabiéndolo.