Tomografías y tumores

¿Lleva seis horas en ayunas?
Me preguntó.
Contesté con un gesto afirmativo de cabeza.
Era un hospital
pequeño,
con todas las carencias
y suciedad
de la sanidad pública.
Ha de beberse estos cuatro vasos
de agua con contraste,
uno cada 15 minutos,
me dijo
con una amabilidad forzada.
Era un tipo gordo,
muy gordo;
cuando se giró para marcharse
tubo la gentileza
de mostrarme la raja
del culo
que asomaba generosamente
por encima
de la cintura
de su pantalón blanquecino y caído.
Me quedé
sentado en aquel pasillo
con mis 4 vasos
sobre el asiento contiguo;
di el primer sorbo
y el infierno
se desencadenó en mi boca.
Es un líquido horrible,
me dijo
un viejo sentado
un par de asientos más allá;
pero mi doctora
cree que tengo un tumor
por algún lado,
así que no queda más remedio
que tragar sin rechistar
este maldito brebaje.
Yo estaba allí
por la misma razón,
para hacerme una tomografía
para descartar un posible tumor
por alguna parte.
¡Por el miedo a la muerte!
Le dije alzando el vaso
en señal de brindis
y bebí
otro repugnante sorbo.
Aquel viejo
me miró;
cada una de las arrugas
de su piel
delataban la presencia
de un cáncer
hijo de puta
que estaba terminando
con su vida,
pero tenía unos ojos
oscuros
con una dureza
en la mirada capaz
de descongelar
el mismísimo averno.
Tengo 85 años, así que no
te confundas, hijo,
no tengo miedo a la muerte,
lo único
que realmente temo
es a morirme
de una manera horrible y dolorosa.
No volvimos a hablar;
bebimos en silencio
de nuestros vasos de plástico
esperando
a ser llamados.